*“El nombre del mundo es bosque” es una novela de la escritora estadounidense Ursula K Le Guin”
En 1988, el reconocido ecologista inglés Norman Myers, señaló algunos lugares del mundo que cuentan con una diversidad concentrada de especies endémicas, quienes a su vez, enfrentan fuertes amenazas por las actividades humanas: los hotspot. Para ese momento, se establecieron 10 de estos lugares en el mundo, en el 2020 esa lista creció a 36 de ellos ubicados en distintos países, de acuerdo a Conservación Internacional.
Pero ¿qué podría ser un hotspot?, Hacia el inicio de la década del 2000 Conservación Internacional indicó que “son aquellas regiones que cuentan con más de 1500 especies de plantas endémicas que sobreviven en 30% o menos de su hábitat natural, es decir, que han perdido al menos el 70% de la vegetación primaria”.
Los KBA señalados en el mapa son los priorizados por CEPF para inversión en su fase III de implementación en el Hotspot Andes Tropicales. El total de KBA en el Hotspot es de 474.
El Hotspot de los Andes Tropicales atraviesa grandes extensiones del territorio de Ecuador, Colombia, Bolivia y Perú. Así como, también alcanza a Venezuela, Chile y Argentina, pero en menor cantidad. Para hacerse una idea de la vastedad de esta región, diríamos que sus casi 16 millones de kilómetros superan la extensión de Alemania, Francia y España juntas. Dentro de esa inmensa porción de tierra habitan más de 35000 especies de plantas y vertebrados, dándole el primer lugar en diversidad de mamíferos, anfibios y plantas y el segundo lugar en los hotspot del mundo en diversidad de reptiles.
Andes Tropicales, una riqueza desconocida
Este hotspot suramericano tiene una relevancia ecosistémica fundamental para la vida de un sinnúmero de especies, incluidas las 59,7 millones de personas que viven dentro del continente americano. Pensar en esto también nos puede ayudar a ver cada lugar del planeta como interconectado ecosistémicamente; cada rincón del mundo incide en la forma en la que otros viven, como los vientos alisios y los ríos voladores que son ejemplos muy claros de las formas en las que la vida está interconectada de formas poco imaginadas. Así, todo lo que contiene este gigantesco hotspot tiene que ver con las vidas del resto del continente. En las cimas de este territorio se encuentran las fuentes con las que se alimenta el río Amazonas, el más caudaloso del mundo. A su vez, es bien conocida por todos la importancia del afluente amazónico para la pervivencia de millones de kilómetros de selva y las comunidades que lo habitan. Dentro del hotspot también nacen los afluentes de ríos como el Orinoco y Paraguay. Esta red hídrica de gran riqueza es la piedra angular con la que se sostienen diversos ecosistemas y con las que se abastecen millones de personas tanto en las ciudades como en el mundo rural y de producción agrícola.
Además de todo lo anterior, dentro de las Áreas Clave de Biodiversidad (KBA) que componen el hotspot se almacenan más de siete millones de toneladas de carbono, constituyéndolo como el segundo hotspot más importante del mundo en cuanto a reservas de carbono irrecuperable. Según el Perfil de Ecosistema “Hotspot de biodiversidad de los Andes” realizado por el Fondo de Alianzas para los Ecosistemas Críticos (CEPF) para 2021, este territorio “acumula 314.291.735 toneladas de carbono irrecuperable, que, de perderse, no podrían ser restauradas para el 2050”.
Quizás, la mayoría de nosotros desconoce o normaliza la riqueza del territorio que siempre habitó. La forma en la que el mundo se organiza económicamente basando todo en la sobreexplotación de los ecosistemas, mal llamados “recursos”, ha causado que estas zonas se enfrenten cada día a problemas como el avance de la frontera agrícola, la minería, la deforestación y la crisis climática. En un periodo de 18 años, entre el 2001 y el 2019, se registró una pérdida de cuatro millones de hectáreas de bosques dentro del hotspot de los Andes Tropicales. Un panorama que ha encendido las alarmas de distintas organizaciones en el mundo.
Los humanos de la tierra, ¿la cuidan?
Durante muchos años se popularizó la idea de proteger vastos territorios de la intervención humana, para ello se desplazaron (casi siempre por la fuerza) comunidades enteras que habitaron ancestralmente estos lugares. Ideas relacionadas con el Antropoceno, nos hicieron pensar que todos los lugares habitados por la especie humana estaban destinados a la destrucción del ecosistema. Quizás por ello, una de las primeras preguntas que debe hacerse cuando se habla de los hotspot es ¿qué debería suceder con las personas que habitan un territorio tan amplio?
Si bien, es innegable el daño acelerado que se ha hecho al planeta por cuenta de los humanos, es muy importante reconocernos también en la diversidad sociocultural de la especie y las formas inimaginables en las que reconocemos y habitamos el mundo. El continente americano es un ejemplo fantástico de ello, solamente dentro de América Latina existen más de 800 pueblos indígenas que cohabitan muchos de los territorios protegidos. Si a ello añadimos los pueblos afrodescendientes, campesinos y rurales podemos reconocer que en múltiples casos detrás de las áreas de protección es vital el papel que han jugado estas comunidades como defensoras de la vida y el territorio.
El hotspot Andes Tropicales no es ajeno a esta diversidad cultural del continente, dentro de sus territorios habitan más de diez millones de indígenas, pertenecientes a más de 50 grupos étnicos. Según el Perfil del CEPF, esto corresponde al menos al 21 por ciento de la superficie total del hotspot. Habitantes ancestrales del territorio que se han erigido también como sus defensores, una clave en la salvaguarda de la vida.
Estas comunidades también se enfrentan a múltiples amenazas, ya sea por razones socio-políticas dentro de sus países, como por el enfrentamiento a empresas y grupos interesados en la explotación de los ecosistemas del hotspot. En Colombia, en los últimos años se ha registrado el mayor número de asesinato de líderes ambientales, por poner solo un ejemplo. Por esta razón, muchos de los proyectos de protección de los territorios del hotspot vinculan directamente a las comunidades que los habitan, diseñando estrategias y trazando rutas para acompañarlas.
Como en el caso de los proyectos que lidera CEPF en el hotspot de los Andes Tropicales, que trabaja de la mano de organizaciones como Patrimonio Natural en Colombia y Profonanpe y ACEAA en Perú y Bolivia respectivamente, los cuales están direccionados al fortalecimiento de las comunidades locales, organizaciones de la sociedad civil y autoridades ambientales que se dedican a conservar la diversidad biológica.
Apoyar la fuerza con la que estas personas han defendido la vida de sus territorios parte de comprender la mirada con la que se lee un mundo en donde solo se puede existir mientras proteja la vida que me rodea. No existe un yo, la primera persona del singular, sin un nosotros, la primera del plural. Porque, como en la novela de Ursula K LeGuin: “El nombre del mundo es bosque”, la palabra con la que los atlishianos (el pueblo de ese mundo que describe la narradora) refieren bosque, es la misma con la que dicen mundo: Athshe. “Para los altlishianos el suelo, la tierra, no era el lugar adonde vuelven los muertos y el elemento del que viven los vivos: la sustancia del mundo no era la tierra sino el bosque”. La escritora, sabía muy bien que cualquier hombre o mujer de bosque que protegiera el mundo podía hacer parte del pueblo que había imaginado.
Este especial, pretende reivindicar el arduo trabajo de los defensores y defensoras de algunos de estos territorios, narrando sus historias y proezas, la importancia de sus vidas para el mantenimiento de estos ecosistemas, y sobre todo, continuar reconociendo en lo humano también la potencia para coexistir con todo lo que habita la tierra.
Ángela Martín Laiton